Lo mejor: mirarnos a los ojos con los niños guaraníes, jugar con los dedos redondos de sus pies de
dos o tres años a "este dedito comió un huevito", sentir sus manos del tamaño de una flor buscando
mi mano y diciéndonos chau sin palabras, con la certeza de habernos encontrado
y reconocido como amigos. No nos sacamos fotos
porque, como pasa con las historias verdaderas, no las necesitábamos
para saber que fue cierto.
-Julio 2015-
otro mundo los guaraníes con sabor dulce de tierra roja. Hermoso Vale
ResponderEliminarGracias por pasar, leer y comentar, Nora!
ResponderEliminar